(miComunidad.com) En muchas iglesias nuevas hay un deseo fuerte — incluso desesperado — por tener un edificio. Se lanza una visión: “Dios nos dio la promesa de un templo propio.” Y desde ahí, todo se enfoca en eso. Se inician campañas de recaudación, se organizan eventos, se imprime mercancía con el nombre del proyecto, y se pide ofrenda tras ofrenda: “para el templo.” Parece muy espiritual… pero ¿lo es?
La realidad es que cuando una iglesia joven pone todo su enfoque en comprar o remodelar un templo, muchas veces se olvida del ministerio real: ayudar a los necesitados, las viudas, los huérfanos y los pobres. Y eso va directamente contra el corazón de Dios.
La Palabra no deja espacio a la duda:
“La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones…” (Santiago 1:27)
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