(miComunidad.com) Hablar de la libertad divina es entrar en un terreno donde la teología y la filosofía se encuentran. Cuando afirmamos que Dios es libre, nos referimos a que Él actúa y decide de manera voluntaria, sin que nada externo lo obligue o lo limite. Su voluntad no depende de fuerzas externas, ni de circunstancias que lo condicionen. Su libertad está profundamente unida a Sus otros atributos eternos: Su omnipotencia, Su omnisciencia y Su bondad perfecta.
Ahora bien, surge la pregunta: si Dios es absolutamente bueno, ¿puede realmente escoger algo que no sea lo mejor? Desde tiempos antiguos, este dilema ha ocupado a pensadores y teólogos. Gottfried Wilhelm Leibniz sostenía que, precisamente porque Dios es infinitamente bueno, siempre elige la mejor opción posible; lo contrario sería contrario a Su esencia. Samuel Clarke, en cambio, argumentaba que la libertad divina no desaparece aunque Dios siempre elija lo mejor, porque el hecho de tener la capacidad de actuar de otro modo ya constituye libertad, aunque nunca decida hacerlo.
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