(miComunidad.com) Romanos 12:12 ¿Cómo podemos estar ‘gozosos en la esperanza’? En Romanos 12, el apóstol Pablo anima a los creyentes a vivir juntos en amor, sirviéndose unos a otros como miembros del cuerpo de Cristo: “Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente. Nunca dejen de ser diligentes; antes bien, sirvan al Señor con el fervor que da el Espíritu. Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración” (Romanos 12:10–12, NVI).
La exhortación de Pablo de estar “gozosos en la esperanza” se refiere a la confianza gozosa y celebratoria de que se está cumpliendo una expectativa. Tal fue la experiencia de Abraham: “Aun cuando no había motivos para tener esperanza, Abraham siguió teniendo esperanza porque había creído en que llegaría a ser el padre de muchas naciones” (Romanos 4:18, NTV). Abraham esperaba con gozosa expectativa el cumplimiento de la promesa de Dios. El rey David también se regocijó en la esperanza, anticipando firmemente la salvación del Señor: “A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido. Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también reposará confiadamente; Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción” (Salmo 16:8–10).
Después de que Jesús envió a setenta y dos de sus discípulos a ministrar a los perdidos, regresaron con gozo y dijeron: “Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre”. Pero Jesús les dijo que no “os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (Lucas 10:17–20). Como cristianos, nuestra alegría y esperanza no debe estar anclada en nuestros logros y victorias aquí en la tierra, sino en la expectativa del cielo. Solo entonces tendremos el poder de perseverar a través de circunstancias difíciles, persecución y aflicciones en esta vida presente.
Pablo nos informa que podemos regocijarnos en la esperanza incluso mientras soportamos el sufrimiento, esperando con confianza y gozo el regreso del Señor y la gloria venidera (Romanos 5:1–5). La naturaleza de nuestra esperanza es gozosa y segura porque descansa en el carácter de Cristo, Aquel en quien ponemos nuestra esperanza. En Cristo, podemos confiar en que recibiremos todo lo que Él ha prometido, aunque debamos esperarlo. Por ahora, nos mantenemos firmes por fe en Su gracia, deleitándonos en el conocimiento de que un día Su gloria se revelará en nosotros.
En Romanos 8:16–17, Pablo explica que el Espíritu de Dios que ahora mora en nosotros nos asegura que somos hijos de Dios y, por lo tanto, estamos destinados a recibir una herencia que incluye la participación en la gloria de Dios. Puede que estemos sufriendo ahora, pero podemos regocijarnos en la esperanza porque “lo que ahora sufrimos no es nada comparado con la gloria que él nos revelará más adelante. 19 Pues toda la creación espera con anhelo el día futuro en que Dios revelará quiénes son verdaderamente sus hijos” (Romanos 8:18–19, NTV). Por Su Espíritu, “aguardamos por fe la esperanza de la justicia” (Gálatas 5:5).
Pablo compara la experiencia de regocijarse en la esperanza con “gemir de angustia como si tuviera dolores de parto” (Romanos 8:22, NTV). Una futura madre soporta las agonías del parto, pero no sin la gozosa expectativa de que, después de su parto, sostendrá a su precioso bebé en sus brazos. Nosotros “gemimos—aunque tenemos al Espíritu Santo en nosotros como una muestra anticipada de la gloria futura—porque anhelamos que nuestro cuerpo sea liberado del pecado y el sufrimiento. Nosotros también deseamos con una esperanza ferviente que llegue el día en que Dios nos dé todos nuestros derechos como sus hijos adoptivos, incluido el nuevo cuerpo que nos prometió. 24 Recibimos esa esperanza cuando fuimos salvos. (Si uno ya tiene algo, no necesita esperarlo; 25 pero si deseamos algo que todavía no tenemos, debemos esperar con paciencia y confianza)” (Romanos 8:23–25, NTV).
Podemos regocijarnos en la esperanza al leer las Escrituras, que “nos sirvan de enseñanza. Y las Escrituras nos dan esperanza y ánimo mientras esperamos con paciencia hasta que se cumplan las promesas de Dios” (Romanos 15:4, NTV). Podemos esperar “ese día maravilloso en que se revele la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13, NTV).
La Biblia nos dice que nos regocijemos en el Señor siempre (Filipenses 4:4; 1 Tesalonicenses 5:16; 2 Corintios 13:11), incluso mientras esperamos la promesa de Su gloriosa salvación: “Ustedes aman a Jesucristo a pesar de que nunca lo han visto. Aunque ahora no lo ven, confían en él y se gozan con una alegría gloriosa e indescriptible. 9 La recompensa por confiar en él será la salvación de sus almas” (1 Pedro 1:8–9, NTV). Como Pedro, podemos regocijarnos cada día en la esperanza viva de la vida eterna: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1 Pedro 1:3).
Recursos recomendados: La Epístola a los Romanos, Nuevo Comentario Internacional sobre el Nuevo Testamento por Douglas Moo
Foto: Myicahel Tamburini