(miComunidad.com) Cuando Pablo escribe que las promesas de Dios son “sí” y “amén” no está haciendo un juego de palabras teológico elegante: está afirmando con firmeza que la fidelidad de Dios se cumple en Jesucristo y que no hay en la Palabra divina lugar para la vacilación. En el contexto inmediato, Pablo responde a dudas sobre su propia veracidad —su tardanza y cambios de planes en relación con la iglesia de Corinto— y lo hace apelando a algo mucho mayor que su reputación: la fidelidad de Cristo. Si el evangelio es auténtico, sus promesas no son “tal vez”, sino un rotundo “sí”.
Letras breves pero densas: el griego usa nai —un “sí” tajante— y luego Pablo añade amén, palabra hebrea que significa “así sea”, “que así sea” o “con firmeza”. La idea es doble: primero, en Cristo todas las promesas que Dios hizo encuentran cumplimiento; segundo, por Cristo los creyentes responden con un “amén” que confirma y glorifica a Dios. No es una fórmula vacía: es seguridad práctica frente a la incertidumbre humana.
Leer más
Debe iniciar sesión para leer el resto de este artículo. Por favor inicie sesión o regístrese como usuario.